Archivo

Archive for enero 2011

«Auschwitcianos»

Érase una vez un lugar llamado Auschwitz, cerca de Cracovia en Polonia donde “el trabajo hacía libre a la gente”.

"El trabajo os hace libres"

En aquel sitio vivía mucha gente. Hombres, mujeres y niños todos iguales. Cabeza rapada, jersey a rayas y un número. Allí nunca había crisis y todo el mundo tenía su trabajo.

Muy cerca suyo vivían unos hombres de uniforme a los que llamaban nazis. Estos vecinos se reunían a veces y aunque había tensiones, la vida transcurría: los rayados trabajaban y los de uniforme dejaban trabajar.

Los nazis y los rapados no hablaban el mismo idioma. Esto ocasionaba a veces malentendidos y algunos de los habitantes de Auschwitz preferían irse en grupo a un lugar mejor.

Durante cinco años estos vecinos estuvieron condenados a vivir juntos. El ambiente era extraño, olía raro y los chicos tenían cada vez más hueso y menos sonrisa. Los “auschwitcianos” odiaban las duchas y preferían estar siempre en pijama antes que un buen baño.

Entonces, un 27 de enero de 1945 el pueblo llamado soviético llego a Auschwitz. Allí explicó que significaba genocidio, formó un club llamado Holocausto y mandó a muchos hombres uniformados a otra ciudad llamada Nuremberg.

Después de eso, el cuento se volvió a escribir y los rayados eran prisioneros y los uniformados demonios. Los que se fueron de Auschwitz nunca volvieron y de sus duchas nunca salió agua.

Pero este cuento tiene que seguir contándose para que nunca se olvidé quiénes fueron los “auschwitcianos”.

Categorías: OPINIÓN

Cuando pedir perdón no basta

Los medios de comunicación y los que en ellos trabajan tienen un poder enorme reconocido por la constitución. Sus derechos y responsabilidades hacen de los medios una autoridad.

Y es que en ocasiones el periodismo se confunde con el derecho y los periodistas se vuelven jueces. La lógica dice entonces que se debe acatar los dictámenes del juez porque es él quien imparte justicia. Bien, así suele ser, pero no siempre los juicios rápidos son acertados. Y la posibilidad del recurso en los medios llega demasiado tarde.

Eso ocurrió con Diego Pastrana y su “mirada de asesino de una niña de tres años”. Los periódicos erraron.Fallaron en su juicio y pusieron a un país entero en contra de un inocente. Al descubrirse la verdad, se sucedieron las disculpas y el arrepentimiento pero Diego ya había sido tachado de asesino y algunos lectores habían deseado su muerte.

Ese poder asusta. Da miedo intentar dedicarse a esta profesión y ver cuánto daño pueden hacer unas palabras junto a una imagen. Sin embargo, aún es más terrorífico ver como ciertas tendencias periodísticas se rigen más por la rapidez de la noticia que por su veracidad.

Dolores Vázquez también tuvo una mirada sospechosa y nunca hizo daño a Rocío Wanninkhof; los McCann no asesinaron a su propia hija pese a ciertas teorías publicadas y Diego Pastrana no es un violador aunque ocupase varias portadas.

Todos perjudicados por la progresiva desaparición de la ética y el buen hacer del periodismo. Abandonados al sensacionalismo, a lo morboso y a lo impactante y visual. ¿En qué momento dejaron de ser periodistas para convertirse en chivatos?

De todos modos y aunque tarde, lo más ético es volver a repetir: perdón Diego.

 

Categorías: OPINIÓN

«Don’t worry» Palomares

Desde 1966 hasta hoy ya cuentan los habitantes de Palomares 45 años. El choque entre dos aviones del ejército estadounidense en esta pequeña pedanía almeriense causó una huella de la que aún se celebran aniversarios. Tres artefactos atómicos cayeron en tierra mientras uno de ellos se hundía en el mar.

El régimen de entonces quiso ocultarlo con un baño de Fraga en la playa y como con los vuelos de la CIA, EEUU colaboró en la farsa con otro chapuzón de su embajador. Así Palomares quedó como un pueblo radiactivo en los informes americanos.

Tras revisiones médicas, los análisis demostraron la existencia de plutonio en sus ciudadanos. La versión oficial se basó en que aquellos eran «rangos permisibles para salud». Sin embargo, dicha sustancia no existe de forma natural en el organismo.

Durante años, la presión de EEUU provocó que el Gobierno español mantuviera en secreto los informes médicos que señalaban un porcentaje de un 29% de afectados por el plutonio. Las quejas de estas víctimas fueron la falta de información y los pocos estudios científicos que se hicieron sobre la radiación. Las administraciones prefirieron cerrar los ojos y seguir enterrando las reclamaciones. Ese es el lema que utilizan muchos en España: «ojos que no ven, corazón que no siente».

El refrán no deja de repetirse. Según Wikileaks, el gobierno español se dio otro «baño en la playa» ignorando las peticiones para traer a casa a Mª José Carrascosa (la española condenada en New Jersey por el conflicto con la custodia de su hija). El documento, supuestamente enviado por el embajador de EEUU, Eduardo Aguirre, al Gobierno estadounidense, citaba: «Moratinos (ex ministro español de asuntos exteriores), por razones políticas, tiene que demostrar que está haciendo algo en este caso».

Mantener buenas relaciones con EEUU beneficia a España. Pero esto no tiene que significar dejar a un lado a aquellos que confían en su gobierno para ser cuidados. Casos como estos siembran dudas sobre el grado de transparencia del gobierno.

Ahora, los nacidos en Palomares no saben por qué es conocido el puebo. Los chicos van al colegio sin saber qué aniversario es hoy. Palomares quiere arrancar de nuevo, empezar a mostrar sus virtudes y dar otro recuerdo en la historia. Sólo espera que nadie tenga que elegir de nuevo entre sus ciudadanos y EEUU. No quieren volver a salir perdiendo.

 

Categorías: OPINIÓN